En el corazón de la Sierra de Barbacoas, uno de los ramales de la cordillera de los Andes que ingresa al estado Lara desde la serranía de Trujillo, se esconde un paisaje que sorprende incluso a los viajeros más experimentados. Esta región montañosa, de relieve accidentado y pendientes que superan el 16 por ciento, resguarda algunos de los puntos más altos de todo el estado, incluyendo el imponente pico Cendé, que alcanza los 3.630 metros sobre el nivel del mar.

A su alrededor, en los límites con el estado Trujillo, se extienden más de 5.400 hectáreas de páramos, entre ellos Las Rosas y Jabón Guache. Esta diversidad altitudinal crea un espacio natural con varias zonas bioclimáticas; desde el clima frío de páramo hasta bosques montanos húmedos y zonas pre montanas llenas de vida.

En medio de este escenario nace una de las joyas naturales más mágicas de Venezuela; la Cascada del Vino. Su nombre se debe al sorprendente tono rojizo de sus aguas; un color tinto que parece derramarse montaña abajo como si proviniera de los mejores viñedos del mundo. Es un espectáculo visual único, difícil de olvidar.

Llegar a la Cascada del Vino es sencillo. No necesitas un vehículo rústico; cualquier carro puede recorrer los 10 minutos que separan la carretera principal de este paraíso. Cuando finalmente la enfrentas, la sensación es indescriptible; el rumor del agua, el clima fresco y ese color profundo te hacen sentir como si hubieras alcanzado la cima del cielo.

Con una altura de 1.642 metros sobre el nivel del mar, la temperatura suele oscilar entre los 18 y 20 grados; aunque en algunas temporadas desciende hasta los 16 grados, por lo que siempre es recomendable llevar un suéter. El ambiente es perfecto para caminar, respirar aire puro, contemplar el paisaje y desconectarse del ruido del mundo.

Un regalo adicional del camino es La Peonía, un pequeño y encantador punto entre Barbacoas y la cascada que no debes pasar por alto. Allí se encuentra la famosa Venta de Pan La Peonía, atendida por Neudy Barrios. Este lugar es una tradición para quienes visitan la zona; un horno espectacular a leña y una variedad irresistible de sabores: pan de maíz, tunjas, pan azucarado o de guayaba, pan salado, tortas, acemas, galletas y las inolvidables catalinas recién horneadas.

Después de ese festín, basta continuar unos minutos para llegar al destino final y disfrutar de la majestuosidad de la Cascada del Vino; un paisaje que enamora, sorprende y queda grabado en la memoria del viajero.

Desde Venaventours.com seguimos recorriendo cada rincón de Venezuela para mostrarte lugares tan maravillosos como este; espacios donde la naturaleza se convierte en poesía.