El Águila Real y el Cóndor en los Andes de Mérida; precisiones sobre toponimia, historia y naturaleza
En los últimos años ha circulado por internet una presentación que cuestiona la toponimia del conocido Pico El Águila en los Andes de Mérida y propone reemplazar ese nombre por el de Collado del Cóndor. A primera vista podría tratarse de un detalle menor; sin embargo; la discusión merece orden, contexto y precisión antes de sugerir cambios en un topónimo profundamente arraigado en la cultura venezolana.
La toponimia oficial reconocida por el Instituto Geográfico de Venezuela Simón Bolívar figura claramente en la carta 1:100000 Timotes; Hoja 6042 de 1976; allí el sitio se denomina El Águila. El nombre popular Pico El Águila surgió por uso cotidiano; un fenómeno común en montañas y parajes de tradición oral. Muy cerca del lugar también nace la quebrada El Águila; lo que confirma la coherencia histórica del nombre. La cartografía registra además topónimos vecinos como Picacho El Gavilán y Quebrada El Gavilán hacia el Este; así como el Páramo de Los Buitres y la Quebrada de Los Buitres hacia el Oeste. Todo indica que quienes nombraron estos sitios conocían bien la fauna del páramo y distinguían entre gavilanes; buitres; águilas y cóndores. La diversidad de nombres obedece precisamente a ese conocimiento local acumulado.
Modificar un topónimo tan establecido no es tarea sencilla; menos aún cuando existe una raíz cultural; documental y afectiva vinculada a él. Antes de la instalación del conocido monumento del cóndor; muy probablemente la zona ya era llamada El Águila y así se mantuvo en los mapas oficiales. Pretender sustituirlo por otra denominación basada únicamente en una pieza escultórica resulta poco sustentable.
La tradición andina venezolana además ha exaltado mucho más la figura del águila que la del cóndor. La leyenda de las Cinco Águilas Blancas recopilada por don Tulio Febres Cordero es uno de los relatos míticos más importantes de la región y simboliza el origen poético de las sierras nevadas de Mérida. Allí el águila trasciende como figura fundacional; mientras que el cóndor apenas tiene presencia cultural en nuestras narraciones indígenas y criollas.
Desde el punto de vista ecológico; el cóndor andino ha tenido una presencia marginal en Venezuela. Su distribución natural alcanza grandes extensiones de Chile; Bolivia; Perú; Ecuador y Colombia; territorios donde existieron grandes poblaciones de camélidos y venados de páramo capaces de sostener su dieta carroñera. En los Andes venezolanos; más modestos en altura y extensión; el alimento nunca fue abundante. El venado caramerudo; probablemente su presa natural más importante; también fue cazado por colonos para consumo diario; dejando aún menos disponibilidad para la supervivencia del ave. La ganadería; introducida posteriormente; tampoco facilitó su permanencia; pues el ganado era protegido de todo posible depredador y las reses muertas rara vez quedaban expuestas para que el cóndor se alimentara. Con el paso del tiempo y por múltiples presiones humanas; el cóndor desapareció por completo de la zona. Los programas de repoblación iniciados hace algunas décadas tampoco prosperaron; principalmente por la falta de alimento suficiente y la vulnerabilidad de las aves frente a la cacería y a los perros ferales.
El águila real de los Andes venezolanos; por el contrario; ha sido una especie común en páramos como Mucubají; donde se le observa cazando conejos y planeando con elegancia sobre las morrenas glaciales. Su presencia cotidiana; su relevancia ecológica y su vínculo con relatos tradicionales la convierten en un símbolo natural más pertinente para la región que el cóndor.
Incluso desde la perspectiva histórica y simbólica; el cóndor no ha ocupado el mismo lugar en Venezuela que en otros países andinos. En Chile; Bolivia; Ecuador y Colombia es ave emblemática y figura en los escudos nacionales; mientras que en Venezuela el ave nacional es el turpial. La ausencia del cóndor en nuestra simbología reafirma la distancia cultural que existe entre su figura y la memoria colectiva del país.
Por todo esto; resulta comprensible que el nombre Pico El Águila se haya consolidado tanto en el imaginario turístico y local. Su origen responde a la observación tradicional de la fauna; a la forma en que los habitantes identificaban el paisaje y a la continuidad de una toponimia que ha perdurado por generaciones. El monumento del cóndor puede ser un homenaje bien intencionado; pero no altera la historia natural ni el uso auténtico del lugar.
En venaventours.com compartimos estas reflexiones porque creemos en la importancia de divulgar información rigurosa sobre los destinos venezolanos. La cultura; la naturaleza y la toponimia forman parte de la identidad de cada región. Conocerlas; discutirlas con fundamento y preservarlas es también una forma de valorar el país que recorremos y documentamos.
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