Recordar a Walter Hernández es entrar en un mundo donde la madera respira, las telas hablan y los sueños se convierten en personajes capaces de transformar a una comunidad. Nacido para crear, Walter encontró en los títeres un lenguaje profundo; un puente entre la imaginación y la enseñanza; una herramienta para sanar, alegrar y educar.

De su corazón nació Garúa de Sueños; un proyecto tan hermoso como su nombre; un acto de amor por el arte popular y por los niños de su tierra. Desde Barquisimeto; junto a sus compañeras de vida Zaida Pinto y Dazaisky Pinto; Walter construyó un movimiento cultural que trascendió escenarios y llegó a escuelas, plazas, instituciones y comunidades rurales. Su visión era clara: el arte debía transformar; emocionar; sembrar valores; fortalecer la identidad y devolverle al pueblo la magia que él mismo produce.

Durante más de veintiocho años fue muñequero, escenógrafo, artesano, creador de personajes y animador de mundos. Su talento le permitía pasar de la construcción minuciosa de un títere a la manipulación perfecta, logrando que cada figura respirara humanidad. Quien lo vio trabajar sabe que sus manos eran pura poesía.

Garúa de Sueños se convirtió en un laboratorio de creatividad y formación. Allí nacieron generaciones de relevo; jóvenes que aprendieron de Walter no solo técnicas teatrales, sino la importancia de la humildad, la responsabilidad, la estética cuidada y la vocación de servicio. Para él, un títere no era un objeto; era un puente emocional entre el artista y el público; entre la comunidad y su propia identidad cultural.

Walter llevó alegría a miles de niños; padres; maestros y abuelos. Cada función era una fiesta; una lección; una invitación a imaginar. Educar divirtiendo fue su premisa, y la cumplió con creces hasta el último de sus días.

Hoy, desde venaventours.com, honramos su legado con respeto profundo. Walter Hernández no fue solo un titiritero; fue un sembrador de sueños; un artesano de esperanzas; un creador que convirtió pequeñas historias en grandes transformaciones.

Y aunque hoy sus manos ya no animan escenarios terrenales, creemos que en algún rincón del cielo continúa haciendo reír a los niños; esos que lo esperan con la misma ilusión con la que él creó cada uno de sus personajes.