Lis María Villamediána; así quiso ser llamada, así quiso ser recordada; como una artista popular entregada por completo al canto, al color y al alma de Venezuela. Nació un 8 de febrero, y desde muy joven caminó por la vida con un cuatro bajo el brazo, dejando que su voz llenara patios, reuniones y amaneceres con melodías que quizás no siempre eran perfectas, pero sí profundamente sinceras. Su canto era un abrazo; una estampa viva de un pajarillo libre que se negaba a dejar de soñar.

Entre sus manos también nacían muñecas de trapo; pequeñas guardianas de la infancia que parecían llevar un pedacito de su ternura en cada costura. Y en sus lienzos dejaba escapar un universo entero: bailes tradicionales, juegos de antaño, colores que parecían moverse solos como si tuvieran música propia. Cada obra era un homenaje a Venezuela; a esa tierra que siempre la inspiró y que hoy la llora con gratitud.

Su partida deja un silencio hondo. Todo el gremio de artistas populares y artesanos del país ha sentido el golpe de su ausencia. Sin embargo, también sabemos que Lis María encabeza ahora una procesión de luz; con su cuatro elevado, cantando un pajarillo eterno que acompañará a quienes la quisieron. Eduardo Ruiz y Rosa E. Chacín unen su voz al sentir colectivo del arte popular venezolano para decirle que su obra, su voz y su alegría permanecerán siempre con nosotros.

Una de sus amigas, Dalila Flores, escribió al enterarse de su partida:
“mudos, absortos en el silencio del temprano adiós”.
Y así estamos muchos hoy.

En venaventours.com honramos su legado y celebramos la vida de quienes, como ella, dedicaron sus manos y su alma a preservar lo más hermoso de nuestras tradiciones. Su luz continúa en cada expresión cultural que rescata nuestra identidad y en cada artista que encuentra inspiración en su memoria.