En El Tocuyo, tierra de historia y de panaderos legendarios, el nombre de la Niña Engracia sigue vivo como un susurro dulce que perfuma el recuerdo. Engracia Pastora Pérez Yépez nació en 1910 en el caserío El Cerrito; un lugar donde los primeros pobladores y las raíces afrovenezolanas dieron origen a una de las expresiones culturales más ricas del estado Lara. Su vida comenzó marcada por la ausencia de su madre, Aquilina Yépez, y por la humildad del campo donde trabajaba su padre, Martín Pérez. Esa combinación de sencillez y fortaleza fue moldeando su carácter.

Su nombre quedó unido para siempre a las acemitas; ese pan tradicional que guarda siglos de historia en su sabor. Pero no fue un don automático; sus primeros intentos fueron un fracaso, masas rebeldes que no cuajaban y hornos que no respondían. Hasta que llegó Panchita de Suárez; la maestra que, con paciencia y sabiduría, le enseñó los secretos del oficio. Desde entonces, Engracia se entregó por completo a la elaboración de los panes que alimentaron a generaciones tocuyanas.

Durante décadas, su casa en el barrio Los Hornos; carrera 13 entre 8 y 9; se convirtió en un punto de encuentro para quienes buscaban el sabor auténtico del pan larense. Allí, con sus propias manos, construyó no solo su hogar, sino una tradición que se mantuvo viva hasta 1985, cuando su primo Ramón Pérez Yépez la jubiló casi a la fuerza, temiendo que sus 75 años ya habían trabajado demasiado. Aun así, su espíritu seguía siendo el de una mujer incansable; humilde, enfocada y profundamente enamorada de su oficio.

Una vez le preguntaron cómo le gustaría ser recordada. Su respuesta fue tan sencilla como reveladora:
“Como alguien que trabajó toda su vida, con humildad y amor, cuidando una de las tradiciones más importantes de los tocuyanos”.

Hoy, la Niña Engracia es más que un nombre; es un símbolo del valor cultural de la cocina tradicional, de la constancia silenciosa y del orgullo de un pueblo que aún huele a acemitas recién horneadas. En Venaventours.com celebramos su legado y el de todas las mujeres que han conservado, con sus manos y su corazón, los sabores que definen a Venezuela.