Entre montañas fértiles y matizadas por tonos azules y violetas, se encuentra Mesa Bolívar; un pueblo andino donde la naturaleza, el café y la tranquilidad se combinan para crear un ambiente que parece suspendido en el tiempo. Situada a 1.095 metros sobre el nivel del mar, esta comunidad conserva la esencia de los antiguos pueblos del café; lugares donde el clima fresco, la neblina suave y el trabajo agrícola definieron por generaciones el ritmo de vida.

Con una temperatura promedio de 20°C y una población de cerca de 4.015 habitantes, Mesa Bolívar es un destino apacible y acogedor, ideal para viajeros que buscan desconexión, paisajes puros y una inmersión total en la vida rural de los Andes venezolanos.

Cómo llegar a Mesa Bolívar
Desde la ciudad de Mérida, el camino inicia por la carretera Trasandina rumbo a Tovar. Al llegar a la alcabala de La Victoria, se toma la vía derecha que asciende entre curvas suaves y montañas sembradas de café. A unos cinco kilómetros, en el punto más alto del trayecto, aparece la desviación hacia la izquierda que conduce directamente al pueblo. El recorrido total es de 66 kilómetros y se completa en aproximadamente cincuenta minutos.

Un pueblo de café y tradición
La entrada de Mesa Bolívar recibe al visitante con una antigua casona de hacienda; un edificio amplio, de patios y corredores donde tradicionalmente se seca y almacena el café cultivado en los alrededores. Este grano ha sido durante décadas el motor económico del pueblo y un sello distintivo de su identidad.

Las casas coloniales que aún se conservan muestran paredes de tapia, ventanas de madera oscura y puertas que se abren a zaguanes frescos y patios internos llenos de verdor. Aunque algunas edificaciones modernas contrastan con la arquitectura tradicional, el encanto del casco central se mantiene vivo en sus calles perpendiculares de estilo hispánico.

La Plaza Bolívar, amplia y rodeada de cipreses, es el corazón del pueblo. Frente a ella se levanta la iglesia principal; un templo de construcción reciente, sobrio en su fachada de concreto y con dos torres simétricas que enmarcan su presencia. Su interior iluminado cuenta con capillas laterales de gran belleza que invitan al recogimiento y la contemplación.

Miradores y paisajes
En la parte alta de Mesa Bolívar existe una posada–restaurante con una terraza que ofrece una de las vistas más hermosas del Valle del Chama. Desde allí se observan las fincas de café y cambur, las montañas onduladas y la silueta del pueblo en primer plano. Durante las noches despejadas de diciembre, algunos visitantes aseguran ver los destellos del Relámpago del Catatumbo, un fenómeno natural único del occidente venezolano.

Orígenes históricos
Mesa Bolívar es una población relativamente joven. Sus orígenes se remontan a mediados del siglo XIX, durante el auge cafetalero, cuando surgió como punto de descanso en el antiguo camino de recuas que conectaba La Grita y Bailadores con los puertos del sur del Lago de Maracaibo.

Según los relatos recopilados por Armando Alarcón Fernández, el lugar era conocido como La Tala y su primer poblador fue Cayetano Araque. En 1844, el Concejo Municipal del Cantón Bailadores otorgó títulos de propiedad en estas tierras a Jacinto Mora y otros socios, quienes establecieron casas y posadas que dieron origen al caserío que luego se convertiría en Mesa Bolívar.

Hoy, este encantador pueblo conserva su esencia agrícola y tranquila, acompañada de un paisaje andino que enamora a quien lo visita.

En Venaventours.com destacamos lugares donde la historia y la naturaleza se encuentran; y Mesa Bolívar es uno de esos rincones que invitan a detenerse, respirar profundo y descubrir el alma silenciosa de los Andes.